
En agosto llega la mejor ocasión para honrar a la Virgen Blanca en nuestra ciudad. El domingo anterior a su día, el bullicio y los cantos tradicionales de los Auroros, dirigidos por Jesús Moraza, se dejaban sentir en el corazón del Casco Antiguo. Paralelamente, un nutrido grupo de cofrades se volcaba en ultimar detalles: arreglar faroles, adornar altares, preparar recuerdos… Todo quedaba dispuesto en los distintos espacios para celebrar el gran día. Las novenas, predicadas por Miguel Ángel Sáenz de Villaverde y Patxi Otamendi, invitaban a la reflexión y recogimiento espiritual, mientras se presentaban los eventos programados, publicaciones y novedades que acompañarían la festividad. Autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, recibían la invitación a sumarse y colaborar con el desarrollo de los actos previstos.
El ambiente cobraba vida especialmente con la participación de Blusas y Neskas, que el día de Santiago llenaban las calles y plazas de animación y entusiasmo tras la Misa y el homenaje a quienes ya partieron.
La expectación alcanzaba su punto álgido con el inicio formal de las fiestas con el “txupinazo” lanzado en esta ocasión entre otros por la nueva abadesa, Blanca Aguillo. Tras el estallido de alegría, se abría un momento de recogimiento con las Vísperas. Después, las calles rebosaban de público para contemplar la Procesión de los Faroles y la llegada majestuosa de la Virgen Blanca, resplandeciente y ovacionada por los asistentes.
El 5 de agosto arrancaba de madrugada con el Rosario de la Aurora. Gentes de toda condición mostraron su afecto y devoción tanto en la procesión y la Misa Pontifical presidida por Monseñor Elizalde, como a lo largo de la jornada, participando en ofrendas y visitas. Nadie queda al margen: adultos, niños, familias enteras o integrantes de las cuadrillas populares; todos rinden homenaje a la Patrona. La Coral Manuel Iradier, por su parte, aportó su inconfundible tono solemne y emotivo a las ceremonias litúrgicas.
El calendario de la festividad incluyó también la intervención de grupos y colectivos significativos, como los “Celedones de Oro”, la “Hermandad de Ntra.Sra. de Lourdes”, “Celedón Txiki y Edurne”, Veteranos/as … o la participación de quienes representan el relevo de las tradiciones, reforzando los vínculos de la ciudad con su símbolo más querido.
La celebración se despidió al comienzo del 10 de agosto, cuando la comunidad se reunió ante la Hornacina para rezar la Salve, despidiéndose entre melancolía y el deseo colectivo de volver a reunirnos el año siguiente.
Un sincero agradecimiento a todos, tanto quienes han trabajado con dedicación pública como quienes lo hicieron de forma discreta, para que todo resultara impecable. Nada habría sido igual sin vuestra entrega. Eskerrik asko.